6.6.08

V y H

Ni buscando en la farmacia,
ni pagando un abogado,
ni tomando las pastillas,
ni limando los barrotes.

Te acercas a la cortina
y te fijas en quién esta tirado
sobre esa camilla de juguete
y te das cuenta que sus ojos
pueden verte.

No son bolitas de plástico,
pero tampoco son como tú crees.
Los tuyos brillan transparentes,
los suyos sólo queman.

Este enfermo quiere parecer sano,
pero su enfermedad consiste en eso.
El muerto debe parecer muerto.
Qué más terror que un cadáver simpático.

Y cuántos cantan con los ojos cerrados,
que padecen y que los médicos se han ido,
pero aun seguirán estorbando.

Y después de que esperaste a ver los síntomas
con una sonrisa desconectas uno a uno
los cables que lo mantienen junto a la única fe
que bajo su camisa de seda guardaba.

Eres ahora la única en el cuarto.
Eres ahora la única en el velorio.
Eres ahora la única junto a él.
Eres ahora la única.

Y ahora entiendes
que lo único que murió
fue la vergüenza.

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