17.6.07

Esfera

Salinamente cuarteada
evaporada, ulcerosa

Triste desolación en tu piel naranja
Tu juventud nunca expresada
convertida en un mirar infinito
hacia el terror más grande.

No lo quieras más,
ni persona de tu ser brota.
No eres más que esfera;
ni astro, ni roca
ni sol, ni sana

Enferma como el resto de ti,
el resto de mi, nuestra tierra

Que fácil imaginarte ahora.
La vaguedad, la no ilación
todo da sentido a tu condición

Tu pútrida mañana nace así:
de madrugada se engendra
tierra maculada, desangrada
tus raíces se asfixian
beben muerte y de la muerte creces

No deba boca incauta posar sobre ti
No deba incauto tocar más su horizonte
No deba nadie más mover pie en este suelo
Y con esto esperar a que se eleven las hojas.

15.6.07

De la necesidad de ser popular

En la salida anterior hablé de la necesidad de ver la vida a partir de la muerte.
El tema de la muerte llegó a mí esta semana y en poco tiempo le he encontrado muchos ángulos. Precisamente esto me sirve de ejemplo para hablar un poco sobre la paranoia de la existencia.
Antes de esta semana no me había planteado nunca este tema. Y el tema no vino a mi mente por alguna experiencia con la muerte. En mi vida, en el periodo del que tengo memoria, se ha muerto mi abuelo paterno, una tía lejana, un amigo de la familia muy cercano y el esposo de mi tía. Nunca una de estas muertes me hizo cuestionarme acerca de la existencia. A pesar de tener esa sensación de: está – ya no está, esto no me dio ninguna idea de lo que es la existencia. Antes de esta semana para mi la muerte no existía.
Muchos filósofos han discutido este tema desde hace miles de años. Los planteamientos son tan diversos que es difícil que alguien no se contente con alguno. Unos no creían en conocimiento alguno. Otros le atribuyen todo el conocimiento sólo a los sentidos. Entonces la existencia en uno y otro caso están predeterminadas por lo que puedo o no puedo percibir. Los más escépticos dirían que no tiene sentido intentar buscar conocimiento, pues este nunca se nos manifestará. Pero, para nosotros, quienes no buscamos las respuestas en ideas formuladas dentro de conceptos creados por el mismo ser humano, no nos queda otra que confiar en la naturaleza. ¿Cómo la naturaleza nos daría un aparato orgánico incapaz de tener conocimiento de la realidad, si es que la única forma de sobrevivir es actuando sobre esa misma realidad?
Si a Descartes no le hubiera sobrado el tiempo, rápidamente hubiera dicho: “Lo miro, luego existe.”
Entonces, si con este postulado planteamos que: “lo que no sabemos que existe, no existe”, todo lo que es ajeno a nosotros es inexistente. Por consiguiente, todo lo que llega a nuestro conocimiento empieza a existir. Hay que tener en cuenta aquí que esa existencia es totalmente relativa al individuo. Cuando digo que no existe, es porque no existe para mí. Pero, siguiendo esto, si algo no existe para todos los seres humanos, es porque no existe.
Dos preguntas sencillas pueden ayudar a ejemplificar esta problemática:
Si nadie supiera de la existencia de Dios, ¿Existiría Dios?
Si nadie supiera de la existencia de las bacterias, ¿Existirían las bacterias?
Pongo este ejemplo, porque esta exagerada comparación de conceptos tan distintos sirve para poner más claro este asunto.
¿Cómo es que el humano llega a tener estos conocimientos?
Antes del invento del microscopio no se conocían estos organismos. Antes de que el humano tuviera un pensamiento abstracto, no existía Dios.
¿Podría decirse que mientras más personas conocen algo, ese algo se vuelve más real?
Si los restos arqueológicos y los registros históricos no guardan información de las miles de culturas que han existido a lo largo del tiempo, ¿cómo podríamos llegar a conocerlas?
El termino al que me referí al principio, la paranoia de la existencia, tiene relación con la necesidad de algunas personas de hacerse historia, o por lo menos sentir momentáneamente que tienen presencia histórica.
¿Cómo es que a algunas personas no les importa quedar como totales idiotas ante todos, con tal de ser conocidos? ¿Es quizá ese miedo a no existir?
La angustia más grande que pueda sentir un suicida, es el morir y que nadie lo note. Quizá ese sea el mayor alimento de las ganas de no vivir. Si sabiendo el individuo que estando vivo puede dejar de existir, ¿No sería mejor morir también?
La autoestima esta ligada totalmente a lo social. Si no hay alguien que reconozca al individuo como valioso o si no hay con quien compararse y sentirse realizado, no habrá lugar a autoestima. Los suicidios están íntimamente relacionados con la falta de autoestima, con la sensación de que se ha dejado de vivir una vida digna y que ya la existencia no tiene sentido o incluso que la existencia ha desaparecido. Con esto podría deducirse que una mayor presencia social aumentaría el bienestar y la autoestima de la persona.
Pero ¿Cómo es que una gran cantidad de famosos terminan suicidándose?
La respuesta se encuentra en esa misma construcción de la realidad hecha por quienes han vuelto “popular” al individuo. Si alguien se hace conocido y empieza a ser más real para las personas, este proceso tiene una contraparte. El individuo ha adquirido la cualidad de real para la gente gracias a las características que la gente le ha atribuido. Esto quiere decir que muy probablemente haya un desfase entre lo que la persona es para si misma y lo que es para la gente. La identidad del sujeto puede entrar en resquebrajamiento al notar que tiene que adoptar una conducta distinta a su “yo” propio, para seguir siendo ese individuo popular.
Entonces, quedamos aquí entre los dos extremos que deforman la realidad y anulan la existencia, que sería la hiperexistencia del popular y la casi no existencia del suicida.
Esta necesidad de popularidad en mayor o menor medida siempre se hallará en personas que sientan que su propia afirmación de la existencia no es suficiente y que infravaloren su propia percepción de lo que es real.
Cuántos hemos preguntado: ¿qué piensas de mí?

14.6.07

De la necesidad de darle la espalda a la muerte

MORIR
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¿Quién ha mantenido ese pensamiento o sensación por más del tiempo que la idea impresiona nuestro sentir?
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Una vez encontré la muerte debajo de la cuna de un niño recién nacido. Nació y murió. Pero de ahí su madre lo cogió y lo cuidó durante los próximos (Dependiendo de la cultura entre 13 y 35 años. En el caso del Perú estereotipado 35 años. En el caso del Perú real 0 años.) años.
Lo tuvo en brazos hasta que aprendió a caminar. Sus piernas lo hicieron escapar de las paredes algodonadas, tibias y sin ángulos. La madre no temió nunca algo terrible. Pero esa hipocresía maternal temblaba cada vez que la casa escapaba de los pies de la madre.
Lima es gris. ¿Y la casa? ¿Rosada? El mundo es negro. ¿Y la madre? ¿Blanca?
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¿El humano se parece más al mono o al canguro?
Digo que el niño nació, pero ahí mismo murió. Su madre lo mató. Pero a su vez, para que su madre haga algo tan terrible,
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1. Ha de ser inconsciente.
2. Ha de haber muerto también.
3. Alguien la debe de haber matado.
4. Quizá no es alguien, sino algo.
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Quizá ese anterior “quizá” sea una ironía.
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¡Un círculo virtuoso para la raza humana!
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El canguro pare a su hijo, tal como la madre humana. Luego, lo mete en su saco, lo protege y lo alimenta hasta que esta listo para tener contacto con el mundo, casi como la madre humana.
El humano ha desarrollado inigualablemente un sentido de protección al recién nacido. El hogar es el saco del canguro. Ahí el niño tiene todo lo que necesita.
Pero, ¿Quién determina que es ese “todo” que el niño necesita? La madre canguro sabe que cuando el niño embolsado ya ha crecido, no podrá seguir estando en su compartimiento/casa. ¿Sabe la madre humana que su niño crecerá? ¿Sabe que en algún momento su “tamaño” mental y social rebasará el saco?
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Y el niño creció.
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No le queda otra. “Hay que meter al niño al nido, al colegio, a la pre, al instituto, a la universidad. A lo que se pueda.” Gritaba la madre los primeros meses del cuarto año de vida del niño.
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Y el niño sufrió. Se cogía de la reja del nido y su profesora hacia las veces de madre.
Y ahí recién la madre dio a luz.
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El resto de la historia ya se sabe. Nuestras madres nos hicieron miopes y los lentes los compramos con golpes.
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Mi madre tiene miedo, ¿le puedo decir algo? Pero, ¿no es precisamente ese miedo el que obstruye la confianza?
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Vivir tan hacia adentro, pero a la vez conociéndonos tan poco nos vuelve nada. ¿Qué utilidad podría ya tener la sociedad?
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La vida no la vemos. Cuando la vemos, nos duele. Cuando no la encontramos, nace el psicólogo. Cuando la tenemos, no lo sabemos. Cuando la perdemos... ¿Es acaso ahora importante?
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¿Y que pasaría si supiera de pronto que mañana moriré?
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Quizá no haría nada. El significado de la vida no podría cambiar así de rápido.
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¿Y si cuando nazco siento que todo podría haberse acabado ya en ese segundo?
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La madre mata al hijo. Pero, si lo dejara vivir, el hijo sentiría la muerte. Sentiría la vida. Viviría la vida. Viviría.
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¿Viviría?

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