26.1.08

Viajes

De eso que dicen se lleva en el pecho
me queda poco más que el peso
de lo que el ave deja entre cada partida.

Un pequeño nido que dicen que crece
entre las ramas de sangre
y que con timidez bombea hacia el norte,
terminó cayendo, volviendo a ser el hogar
que trajes naranjas barren por la mañana.

Cuando la pluma abandona el ala,
cuando el vuelo olvida la estela,
cuando la promesa es menor que el aire
que con desdén expiro, me queda por decir
que está ya aquí la despedida del interminable
hasta la próxima.

Cuando la sed me devuelve la fe,
rezo, no lloro…y tampoco me lloran.
Es este el momento de clausurar
la última salida de emergencia,
que ante la catástrofe nunca llegada
ha de abrirse.

Poca lluvia y muchos paraguas;
a estas alturas queda poca energía
para abrirlos, para mojarlos, para secarlos.
Será mejor mudarse al Sahara o
esperar el novísimo paraguas de plumas.

13.1.08

Libróvoro

Pero se acabó.
Aquella gracia que llevabas bajo los brazos,
la dejaste en la mesita olvidada,
como si los dos hubiéramos acordado
deshacernos de algo ese día.

No es necesario decir
que junto a ti dejé entre los estantes
ese libro que no quise leer mucho,
pero que hojeé a cada minuto.

No es que no me interesara,
pero ciertamente su olor a flora cadavérica,
su color de hoja otoñal y su textura de piel anciana,
era excitante, quizá más que las primeras palabras
que en el primer préstamo leí.

No decían mucho, pero su conjunto,
su peso sobre el papel, su tipografía anticuada,
eran como un soplo sobre la última vela
el viernes a las once de la noche.

Sin duda la edición de bolsillo
con un grosor tan espeso, antipático
no entraba, efectivamente, en mi bolsillo.

No llevar el espécimen completo hubiera sido
como un diamante en mano de un pobre.

Sin embargo la tapa se mantuvo, siempre, quieta.

No podría arrepentirme, pero aquella gracia se acabó.
La tapa era la mejor parte. Dura, vieja, bella.
Lo era.

El libro quiso hablar, pero nadie escucha a las letras.
El libro quiso leerse, pero nadie quiere escuchar un libro.

Quizá nunca lo hubiera cogido
en la biblioteca gigantesca
si su lomo rojo entre los marrones infinitos
no me hubiera besado los ojos.

Ojalá fuera el azar más generoso
y alineara un lomo feo
con unas vísceras hermosas
en una carnicería pauperrima.

Crítica a la razón impura

Frente a cada una de esas páginas
un par de ojos que suspiran.
Detrás de ellas un poeta que llora cada palabra,
mientras deja huérfano a su pequeño.

La pepa de la niña partida en dos
y el lobo le recita un pegamento
con garantía de por vida.

No es tanta la mentira de quien
frente al papel exagera la anécdota
que no vivió.

Aún así, animal feroz.

Frente a cada una de esas páginas
un par de ojos que naufragan.
Detrás de ellas un poeta que se olvida,
mientras pare un fantasma.

La vieja nada brilla hoy
más que el Sol de Mercurio.
Qué seguridad, qué confianza.

No es tanta la mentira de quien
el papel rellena de blancos.
Que no hay poema más honesto,
que el escrito con silencios.

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